miércoles, 14 de noviembre de 2012

Que no nos hagan daño




Quizá hemos creído entender a  la mansedumbre y la pasividad como grandes virtudes.
Y tal vez  lo sean pero si captamos bien su esencia y su significado en un mundo real.
Sin embargo, no resultan virtudes si las vemos del modo habitual en que cualquier prójimo las interpreta.
Porque hay una gran verdad : que no puede permitirse que se haga daño, ni a nosotros ni a los otros.  Y que saber evitarlo supone un adecuado manejo de emociones, las propias y las ajenas.
Supone detectar y manejar la agresividad propia y la ajena y detectar y manejar la propia cobardía.
Esto puede suponer evitar a las personas hostiles o hablar claramente con ellas para explicarles qué y porqué no nos gusta su trato. Y hacerles saber que no lo vamos a tolerar.  Claro que se hablaría con ellas sólo en el caso de que fueran personas valiosas con el único defecto de su hostilidad hacia nosotros.  Si no, con excluirlas basta.
Respecto a la propia cobardía, sólo existe el recurso de enfrentarla. Los temores que no se afrontan, crecen. La razón nos dirá cuándo enfrentar a nuestra cobardía es valentía y cuándo es una imprudencia innecesaria o peligrosa.

Sialer, M. (2012). Emociones sabias. Consultado: noviembre 2012 en
http://marthasialer.blogspot.com.es/

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